sábado, 10 de abril de 2010

la batalla de stalingrado

La Batalla de Stalingrado fue un enorme y sangriento enfrentamiento entre las alemanas y los soviéticos por la ciudad de Stalingrado (actual Volgogrado) entre junio de 1942 y febrero de 1943, en la Segunda Guerra Mundial. Con muertes a cuatro millones de personas, entre soldados y civiles. Los alemanes la llamaron Rattenkrieg, "guerra de ratas".
Después de que Adolf Hitler desviase fuerzas de la imparable Fall Blau hacia Stalingrado, se libraron dentro de la ciudad combates urbanos, sin que ningún bando se hiciese con el control total de las ruinas.
Stalingrado significó el fin de las esperanzas alemanas de capturar el Cáucaso y el Volga. Muchos oficiales del Ejército Alemán se convencieron que Hitler estaba llevando a Alemania al desastre.Stalingrado confirmó que muchos expertos militares sospechaban: las fuerzas alemanas no eran lo suficientemente poderosas
El 22 de junio de 1941, Alemania invadió la Unión Soviética. Hitler, convencido de la debilidad soviética, creía que la invasión concluiría antes del invierno, y prohibió a sus generales pensar de otra manera. De esta forma, un día antes de la invasión, 3.050.000 de soldados alemanes esperarían el inicio de la mayor operación militar hasta la fecha, distribuidos desde Finlandia hasta el Mar Negro. Acompañaban a los alemanes.
Para diciembre de 1941, era claro que el rumbo de la guerra en la Unión Soviética no era el que el Alto Mando Alemán había planeado. Habiendo fracasado en capturar Moscú, Hitler se centró entonces en los pozos petrolíferos del Cáucaso. La Operación Azul, como se denominó la campaña alemana en el Sur de la Unión Soviética, tenía como objetivos la captura de puntos fuertes en el Volga primero y, posteriormente, el avance sobre el Cáucaso.
Aunque las reservas alemanas de combustible eran escasas.
La ciudad tenía una importante industria y era el nudo ferroviario más desarrollado de la línea que unía Moscú, el Mar Negro y el Cáucaso, existiendo igualmente un puerto fluvial en servicio para la navegación por el Volga.
« ¡Ni un paso atrás!»
Stalin había previsto una rápida caída de Rostov, por esta razón, el 19 de julio había ordenado que Stalingrado quedase en estado de sitio total y se comenzaron los preparativos para resistir a los alemanes, que se acercaban. No se permitió a los civiles abandonar la ciudad, para alentar a la milicia soviética con la permanencia de los habitantes.
Avance hacia el Volga
A inicios de agosto, Hitler cambió de opinión de nuevo, y ordenó a las fuerzas de Hoth que se dirigieran al este, hacia Stalingrado, después de haberles ordenado inicialmente que fueran al sur.
El 9 de agosto, Stalin nombró a Andrei Yeremenko comandante del Frente de Stalingrado, harto de las continuas derrotas de Timoshenko.
El 23 de agosto Stalingrado recibió su primer bombardeo.Se lanzaron 1.000 toneladas de bombas y se perdieron tan sólo tres aeroplanos. Murieron no menos de 5.000 personas ese día.
El avance alemán por tierra procedía de Gumrak, y lo hacía de manera brutal y arrolladora. Ese mismo día, el 23, la vanguardia del 6º Ejército Alemán alcanzó el Volga, los soldados estaban emocionados por haber avanzado desde el Don en menos de doce horas, y la moral estaba alta, confiando en una caída rápida de Stalingrado. Por el sur, el avance de Hoth era más lento, ya que Yeremenko había colocado la mayor parte de sus fuerzas contra el 4º Ejército Panzer, además, Hitler le había quitado al general Hoth un Cuerpo Blindado.
Las fuerzas alemanas atenazaron Stalingrado. Hitler, que no había deseado la guerra de guerrillas en Moscú y Leningrado, ahora bramaba por la conquista de la ciudad, eso implicaba la guerra calle por calle, casa por casa, el tipo de combate para lo cual la Wehrmacht no estaba preparada.
El 12 de septiembre, Zhúkov destituyó al comandante a cargo de las defensas de Stalingrado, Anton Lopatin por demostrar cobardía ante el enemigo al no poder contenerlo con el 62º Ejército, y fue reemplazado por el general Vassili Chuikov, un hombre muy eficiente y decidido que hasta entonces estaba a cargo del 64º Ejército, desplegado al sur de la ciudad.
El mismo día que Chuikov tomó el mando del 62º Ejército, Paulus se encontraba en Vinnitsa, en el Wehrwolf con Hitler, que quería saber cuándo caería la ciudad. Paulus se encontraba preocupado por los flancos de su 6° Ejército, que estaba desprovisto de unidades mecanizadas de consistencia y era resguardado por ejércitos de varias nacionalidades: rumanos, italianos, húngaros. Estas fuerzas de inferior calidad resultarían ser el talón de Aquiles de las fuerzas alemanas en Stalingrado, unos 20.000 soldados en aquel momento. No obstante, Hitler minimizó esta debilidad, convencido de que el frente soviético estaba al borde del colapso, falsa confianza que fue contagiada a Paulus.
Yeremenko alertó a Stalin de la llegada de más tanques alemanes a Stalingrado, por lo que se envió a toda prisa a la 13ª División de Fusileros de la Guardia del coronel general Alexander Rodimtsev, que había participado en la Batalla de Guadalajara como asesor. Esta división de élite perdió el 30% de sus efectivos el primer día, pero con la ayuda de Katiushas y de los francotiradores lograron mantener alejados a los alemanes del río.
La conquista del monte Mamaev Kurgan al centro de la ciudad se convirtió en una enconada lucha en que las banderas de ambos bandos ondearon alternadamente, ya que si los alemanes controlaban esta colina, su artillería dominaría el Volga. Los alemanes desplegaron todo un sistema de altavoces incitando a la deserción de los rusos. Muchos se pasaron y se convirtieron en hiwis y muchos soldados rusos también fueron fusilados por acción u omisión frente a la deserción.
Probablemente este fue el momento más crítico para los soviéticos en la batalla, ya que los alemanes asaltaron al 62º Ejército en un momento muy grave. En efecto, el desastre solamente pudo ser evitado gracias a la rápida llegada de la 13ª División de Fusileros de la Guardia del general Rodimtsev, si bien esto fue reconocido después. La reactivación del 8º Fuerza Aérea Soviética, donde servía un hijo de Stalin, también fue importante.

Para mediados de septiembre, ocho de las veinte divisiones del 6º Ejército Alemán se encontraban luchando encarnizadamente dentro de la ciudad.En este momento, las bajas alemanas se dispararon, ya que el soldado alemán no estaba entrenado para combatir en las calles, que es la lucha más dura entre todas las formas de combate . Aunque Paulus sabía que las bajas soviéticas era por lo menos el doble que las alemanas, sus recursos humanos se disipaban rápidamente ya que nada más contaba con una división en la reserva.
A diferencia de los puestos de mando alemanes, los puestos de mando soviéticos se encontraban en la ciudad, y, por lo tanto, expuestos a ser atacados. En una ocasión, un tanque alemán se situó en la entrada del búnker del comandante de artillería del 62º Ejército y éste, junto con su personal, tuvo que cavar para salvarse.

Pese a que la iniciativa, la razón de bajas enemigas per capita y los mejores medios técnicos correspondían a las tropas alemanas, el ejército invasor tuvo grandes dificultades en conquistar una ciudad que, al haber sido salvajemente bombardeada, disponía de condiciones ideales para una defensa calle por calle. Los ataques combinados de infantería y blindados resultaban inútiles en el caos de la lucha urbana.
Para desgastar al oponente, las medidas impuestas por Chuikov fueron extremas, se envió a miles de soldados sin experiencia para apoderarse de las trincheras alemanas con una carnicería como resultado; sin embargo, sólo a ese tremendo costo se logró terminar con la superioridad técnica alemana. Pronto la ciudad se cubrió de una atmósfera repulsiva y pútrida. La razón era obvia: los cadáveres de ambos bandos se descomponían bajo los escombros. La pestilencia y las enfermedades pronto se hicieron sentir.
Incluso en este escenario dantesco también se practicaba la política antisemita nazi. La Feldgendarmerie (Policía Militar alemana) había estado capturando judíos y haciendo cautivos a civiles que fueran aptos para el trabajo y se ejecutó a unos 3.000 civiles judíos, entre ellos niños, por parte de los Sonderkommandos y unos 60.000 fueron enviados a Alemania para trabajos forzados.
Los Sonderkommandos se retiraron de Stalingrado el 15 de septiembre, cuando ya habían matado a casi 4.000 civiles.
Conociendo que el invierno se aproximaba, Paulus decidió acelerar la toma de la ciudad y preparó una ofensiva que se ejecutó el 27 de septiembre. La principal fuerza alemana atacó al norte del Mamaev Kurgan, cerca de los asentamientos obreros de las fábricas Octubre Rojo y Barrikady. Los alemanes observaron atónitos como los civiles que huían de los asentamientos para buscar refugio en las líneas alemanas eran derribados por sus propios soldados.
Aunque las tropas alemanas lograron penetrar en la ciudad o lo que quedaba de ella, nunca se hicieron completamente con la totalidad, puesto que los muelles no pudieron ser alcanzados, y mientras estos muelles estuvieran en manos soviéticas, los refuerzos y suministros necesarios para proseguir la batalla podrían afluir con regularidad. Batallones y brigadas alemanas que intentaron llegar a los muelles fueron prácticamente aniquilados al 50% de sus efectivos.
La Operación Urano
A fines de octubre los alemanes se enteraron por medio de prisioneros de que los rusos preparaban una gigantesca contraofensiva. Ellos mismos habían notado los movimientos en sus flancos. Para protegerse, Paulus había levantado una barrera en su flanco izquierdo para prevenir los ataques procedentes por el norte, sirviéndose de las unidades rumanas, italianas y húngaras.
En efecto, el alto mando soviético, alertado por la Orquesta Roja, la red de espías rusos en el estado mayor alemán, se enteró de la debilidad de los flancos del ejército enemigo, formado por soldados inexpertos rumanos, italianos y húngaros y equipados con cañones franceses sin repuestos y con solo dos obuses cada uno, y preparó una gran ofensiva dirigida contra esos flancos norte y sur; se estaban acumulando cerca de 1.700.000 hombres, es decir, cerca de 200 divisiones, la mayoría siberianas, además de carros de combate y cañones procedentes de Moscú y los Urales. El plan consistía en una maniobra de pinza para cercar, copar y embolsar al 6. ° Ejército entero, irrumpiendo en la retaguardia alemana por los dos flancos norte y sur, atacando allí donde las fuerzas del Eje fueran más débiles. Si bien en un primer momento Stalin se negaba a desviar recursos del propio combate urbano, vio en estos planes la mejor oportunidad de cambiar el frente sur, y de revertir toda la situación de Stalingrado, por lo cual apoyó la idea del cerco, aunque esto significara reducir el cupo de municiones del 62º ejército rojo que defendía por sí solo la ciudad. La idea de rodear a un ejército alemán en estas condiciones eran en todo osada, pero no había otra posibilidad viable luego de los constantes errores en las ofensivas soviéticas de comienzo del 42.
Llegó el invierno con sus nevadas y la ciudad quedó sumida en un manto blanco con temperaturas que rondaban los -18 °C. Los combates callejeros cesaron casi por completo durante la noche.
De noche, los grupos enfrentados hacían señales de tregua temporales con banderas que asomaban en los orificios de las ruinas. Y se permitía tácitamente retirar algunos caídos en la tierra de nadie, y además se realizó un intercambio no oficial de abastos entre pequeños grupos de ambos bandos, realizado muy a escondidas en treguas concertadas espontáneamente. De ser sorprendidos por la oficialidad, la ejecución era inmediata por confraternizar con el enemigo. De día, la lucha se reanudaba.
El 19 de noviembre de 1942, los 3.500 cañones rusos comenzaron a machacar despiadadamente las líneas enemigas más débiles entre Serafimovih y Klestkaya, estas eran las formaciones rumanas que se encontraban escasas de material antitanque, entre la nieve y la bruma mortecina del paisaje. Al son de trompetas, los obuses y Katiushas se dejaron caer en el sector rumano. Después de una hora de martilleo, los batallones de fusileros avanzaron sobre las filas de rumanos e italianos.
Los rumanos del II y IV Cuerpos pudieron contener bravamente las primeras oleadas de atacantes y luego fueron arrasados por carros de combate T-34 hacia el mediodía. Cuando los fortines fueron demolidos, los rumanos echaron a correr por la planicie blanca, siendo perseguidos por las oleadas siberianas. Si bien hubo algunos intentos de responder al ataque, los comandantes del 6° Ejército no tomaron en serio el ataque hasta que fue muy tarde, inclusive los combates en la misma ciudad de Stalingrado no se detuvieron durante varios días una vez comenzado el ataque ruso. Los Stukas acudieron al lugar del desastre y ya nada se pudo hacer, salvo ametrallar a los fusileros rusos.
Si bien el ataque del sur fue por muchos factores más débil, este sector fue también atacado con éxito y las columnas de la trampa avanzaron sin grandes reveses, salvo contraataques aislados que apenas produjeron momentáneas detenciones. El objetivo donde convergían las tenazas de la trampa era el pequeño pueblo de Kalach y su puente, donde los alemanes no poseían una fuerza para enfrentar la amenaza y donde quedaban expuestos sus talleres y depósitos de suministros. El desastre era total, el VIº Ejército de Paulus quedó encerrado en Stalingrado con unos 250.000 hombres y sin suministros mayores.
El OKW alemán ordenó retirar el grueso del 6° Ejército desde Stalingrado por el sudoeste hacia el Don, y así evitar el encierro. Tal proyecto aun podría ejecutarse ya que había brechas importantes que aún no estaban cerradas, pero Hitler se negó a aceptar semejante solución y exigió a Paulus y sus hombres mantenerse en la ciudad conquistada mediante una contraorden directa, y tuvieron que volverse en una penosa retirada las vanguardias enviadas en dirección sudoeste.
Hitler consideraba que la situación no estaba aún perdida y podría repetirse la situación producida en febrero de ese mismo año en la Bolsa de Demyansk, donde una gran masa de soldados alemanes pudieron resistir un prolongado cerco soviético mediante un puente aéreo. Tal idea llegó a oídos del jefe máximo de la Luftwaffe, Hermann Goering, quien sin consultar a sus asesores técnicos prometió a Hitler que sus aviones podrían realizar un vasto abastecimiento desde el aire. La promesa de Goering exasperó al general de aviación Von Richtofen pues el tiempo nublado con tormentas de nieve impediría volar a los aviones de forma sostenida e incluso haría imposible siquiera que despeguen. En estas condiciones Paulus radió un mensaje directo a Hitler:
Mi Führer: se nos agotan las municiones y el combustible. Abastecimiento suficiente y oportuno es imposible. En estas circunstancias, solicito plena libertad de acción. Paulus.
Las tenazas soviéticas se cerraron en menos de 4 días de lucha. El 24 de noviembre ya era imposible fugarse de Stalingrado.
La División 94º al mando del general Walther von Seydlitz-Kurzbach, al ver que Paulus carecía de iniciativa ordenó a su tropa evacuar su sector y forzar el bloqueo, esperaba que las demás divisiones le siguieran en su retirada no autorizada. Apenas dejó su posición, le cayó encima el 62º Ejército Soviético y muchos de sus batallones fueron aniquilados sin contemplaciones, no hubo prisioneros.
Goering, de manera irresponsable, ante los informes advirtiéndole lo imposible de la misión —que recibió e ignoró—, prometió abastecer al Kessel con 500 toneladas diarias de pertrechos, pero apenas los aviones lograron llevar 130 toneladas en tres días de operaciones a horizonte raso y en medio de tempestades de nieve. Esto causaba que los vuelos nunca fueran realmente permanentes (como debía corresponder a un eficaz puente aéreo) sino que por causa del mal clima durante varios días los aviones no podían despegar de sus bases, o simplemente despegaban pero no podían aterrizar en Stalingrado.
Para aumentar los males, los soviéticos atacaron de manera audaz la principal base aérea de suministros, el aeródromo de Pitomnik, llegando a colapsar las bases de reaprovisionamiento y acentuando la escasez de aviones de carga para las operaciones del puente aéreo.
Sumado a las inclemencias climatológicas perjudiciales para los alemanes, los soviéticos lanzaban bengalas desde posiciones recién tomadas para hacer creer a los aviones de abastecimiento que en ese emplazamiento todavía quedaban soldados fieles al Reich que solicitaban suministros. Las provisiones caían en manos soviéticas dejando a los alemanes desprovistos de todo pertrecho.


Stalingrado se convirtió en un caldero donde, sin agua ni alimentos suficientes, atacados por las epidemias y en medio del pútrido olor a descomposición, los alemanes se aprestaron a sufrir un largo asedio en medio de las mayores penurias.
Los soviéticos, aparte de recibir una ciudad prácticamente destrozada, habían sufrido un millón de muertos civiles y más de 750,000 bajas militares. De estos, unos 13,000 habían muerto ejecutados por sus propios compatriotas, acusados de cobardía, deserción, colaboracionismo, etc. Cabe destacar que no fue hasta la caída de la URSS que los historiadores rusos pudieron discutir abiertamente las cifras de bajas de la batalla, que si bien nunca serán exactas (debido a la ausencia de registros fiables y la proliferación de fosas comunes no contabilizadas), de hacer calculos reales lo más probable es que el costo de vidas de todas maneras sea increíblemente alto y rebase los dos millones de individuos, resumiendo aquella frase de los generales rusos «El tiempo es sangre».
El triunfo de esta batalla trascendió los límites de la Unión Soviética e inspiró a todos los aliados, incentivando la resistencia en todas partes. El rey Jorge VI de Inglaterra le regaló a la ciudad una espada forjada especialmente en su honor, y hasta el poeta chileno Pablo Neruda escribió el poema «Canto de amor a Stalingrado», recitado por primera vez el 30 de septiembre de 1942 y el poema «Nuevo canto de amor a Stalingrado» en 1943, celebrando la victoria, lo cual transformó esta lucha en un símbolo y en un punto de quiebre para toda la guerra.
El mariscal Paulus sobrevivió a la guerra y volvió a Alemania en 1952, viviendo en la zona de ocupación soviética y luego en la RDA. Zhúkov reclamó para sí el éxito de Stalingrado, pero se le concedieron todos los créditos a Vassili Chuikov, que fue ascendido a capitán general, a cargo de un ejército que marcharía luego a Berlín.

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